Por Lucho Aguilar | , Ruth Werner |
Después de amenazar con una batería de proyectos referidos a reducir el IVA, aumentar el mínimo no imponible y subir los subsidios a los desocupados, el Consejo Directivo de la CGT terminó anunciando que pedirá una audiencia a la Presidenta. Será para tratar un proyecto que suba el mínimo no imponible del mal llamado “impuesto a las Ganancias”, algo que debería eliminarse para los asalariados, y que involucra a una minoría de los trabajadores, los que están en blanco y mejor ganan.
En una reunión bastante diezmada -se borraron los “Gordos” y los “Independientes” como Gerardo Martínez de la UOCRA- decidieron otra medida: la combativa creación de un “Taller de Reflexión” para debatir sobre la inflación junto a los empresarios. Ante la sed de ganancia de las patronales - la principal razón de los aumentos de precios - los burócratas ‘descubrieron’ que éstos se deben a “un problema cultural”, porque los empresarios aumentan los precios “por si acaso”. Para no decir nada que pudiera salpicar la gobernabilidad de los Kirchner, les pidió “conciencia” y “equilibrio”. Igual actitud pudo verse en un debate televisivo donde se mostró unida a la cúpula de la CGT con la de la CTA. El taxista Viviani de la CGT y Edgardo De Petris de la CTA coincidieron con el abogado de la COPAL, Funes de Rioja en que hay que “encontrar el camino” del “diálogo y el consenso” y “transitar la misma vereda”.
“Formadores de precios”…y amigos del gobierno
Hace poco se conoció que, durante el 2009, las multinacionales giraron a sus casas matrices 7000 millones de dólares. Entre esas empresas están gran parte de los formadores de precios que provocan la escalada inflacionaria en los alimentos: los grandes frigoríficos como Swift o Quickfood, supermercados como Carrefour o Wall Mart. Las comercializadoras de granos como Cargill o Dreyfus, y los monopolios de alimentos como Kraft. El gobierno de Kirchner jamás tomó una medida para afectar sus intereses.
La mayoría de las patronales no podría estar más contenta haciendo negocios con el gobierno. Los diarios opositores han dejado trascender, con desagrado, que la cúpula empresaria no firmaría un documento que promueve la Iglesia “contra la pobreza”. No será un amor desenfrenado, pero como dice la Ministra de Producción Débora Giorgi, “los empresarios tienen un olfato innato para reconocer un modelo que les permite crecer y ganar dinero. Este modelo les ha permitido a todos los sectores, incluyendo al agropecuario, tener una posición de privilegio” (Página 12). La ministra agrega que “el sector automotor haga punta”. Y hace punta: creció un 140 % este mes, todo un récord. Los trabajadores automotrices el año pasado sufrieron despidos y suspensiones, y ahora el aumento de los ritmos y las horas extras. En Volkswagen vienen haciendo 12, y en Peugeot, hasta 16 horas. Hicieron punta.
De eso no se habla
Defendiendo la línea gubernamental Moyano se preguntaba días atrás: “¿Qué es preferible, que haya un poco de inflación o que se pierdan millones de puestos de trabajo?”. A renglón seguido condenaba “las medidas ortodoxas del neoliberalismo, que pasan por el ajuste permanente”. La táctica genial de la CGT consiste en “pelear” con enemigos que están completamente desdibujados, para que los trabajadores nos traguemos el sapo de los males que nos aquejan hoy.
Los empresarios se llenan los bolsillos mediante el aumento de precios que se come el poder de compra de los salarios (y los aumentos que se van consiguiendo), con el trabajo en negro y con el aumento de la explotación, vía la extensión de la jornada laboral. Así, mientras los dirigentes sindicales asustan con el ajuste permanente estilo Menem o De la Rúa hay que bancarse el ajuste indirecto estilo Kirchner.
Las necesidades de la mayoría trabajadora están ausentes en las reuniones del Consejo Directivo de la CGT. En las paritarias -donde sólo está involucrado un tercio de la clase trabajadora, los que están en blanco y bajo convenio- se limitan a presionar por unos puntos más. “Entre el 22 y el 25% de aumento” repiten, cuando el aumento de los productos de la canasta básica está por encima del 20 % sólo en los primeros meses del año y la asignación por hijo del gobierno ya perdió el 20% de su valor.
Por más que Moyano despotrique contra el neoliberalismo, la realidad es que el “modelo” de los Kirchner se apoya en todas las conquistas que consiguieron las patronales durante los ‘90. Los convenios flexibilizadores siguen en pie, y los que se firmaron con esta CGT continúan esa lógica: negociar por empresa, extender la jornada laboral y cláusulas de flexibilización. El trabajo en negro no baja del 40% y la precarización es moneda corriente. Éstas y el desempleo son las armas que tienen los empresarios para presionar a la baja el salario de los trabajadores en blanco. En el mismo sector público donde el gobierno es patrón el 24% del personal no está registrado… ¡el Estado que dice combatir el trabajo en negro lo practica descaradamente!
Es este ‘modelo’ el que permite que el salario real esté por debajo de los años de Menem y Cavallo. Fue en esa época cuando se consumó la mayor división para la clase trabajadora, que vino a completar la obra de la dictadura que hizo desaparecer a toda una generación de obreros combativos que se animaron a desafiar el dominio capitalista. Es esa la herencia que aprovechan las patronales hoy bajo el gobierno de los Kirchner. El discurso de la dirigencia de la CGT sólo tiene el objetivo de naturalizar esta situación.
Un programa de lucha
Para el 1º de Mayo Hugo Moyano prepara un acto en Concordia, Entre Ríos, junto a Néstor Kirchner. Concordia es casi una postal. En los ’90 era el paraíso de la desocupación. Ahora el desempleo bajó, pero a costa de miles de trabajadores en negro o precarizados. Según los últimos estudios, allí el 34 % de los jóvenes no trabaja ni estudia, y de los que trabaja, el 60 % lo hace “en negro”. Hace sólo dos meses la policía reprimió a los trabajadores del arándano, que ven partir los buques cargados mientras trabajan de sol a sol, sin derechos y por sueldos miserables. Los municipales denunciaron que “es indignante trabajar por 400 ó 500 $, sin obra social, ni aportes jubilatorios”. Hugo y Néstor seguramente hablarán sobre “los infames años 90”, mientras la mayoría de la clase trabajadora sigue cargando este “legado” sobre sus hombros.
La defensa del salario y las condiciones de vida de los que producimos toda la riqueza no pueden quedar en manos quienes quieren convencernos de elegir el “mal menor”, amenazándonos con lo peor de la crisis. Los nuevos delegados y las organizaciones del “sindicalismo de base” necesitamos una nueva bandera de lucha, cuando se acerca un nuevo aniversario de aquellos heroicos obreros que el 1º de mayo de 1886 pagaron con su vida la osadía de exigir la jornada laboral de 8 horas. A la prédica de la resignación hay que oponer un programa que unifique lo que patrones, burócratas y el gobierno dividen. Hay que poner fin a la eterna maniobra de diluir los reajustes de salarios mediante la suba de precios. Para dar una respuesta efectiva a la inflación: escala móvil de salarios, es decir, incluir en todos los convenios una cláusula gatillo de ajuste automático de acuerdo al aumento de los precios, partiendo de un salario equivalente al costo de la canasta familiar.
¿Por qué hay que dejar la vida en la fábrica trabajando horas extras para poder llegar a fin de mes? Si millones están sin empleo, si millones trabajan pocas horas, subocupados, si millones están en negro, si se trabaja hasta domingos y feriados, a ritmos enloquecedores que aumentan los accidentes laborales, mientras los avances de la técnica en el capitalismo permitirían que todos trabajemos menos horas, la única razón para que esto no suceda es la ganancia de las patronales. No más de 8 horas de trabajo para todos, no más de una semana de 40 horas, repartiendo el trabajo existente entre todas las manos disponibles para incorporar a todos los desocupados a la producción. Efectivización de todos los trabajadores contratados. Anulación de todas las leyes y convenios flexibilizadores que subsisten desde los ’90.
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