Por: Manolo Romano
El voto a Miguel Del Sel en Santa Fe, luego del triunfo de Macri en Capital, abrió la chance para que los intelectuales de Carta Abierta ensayen el simulacro de una “epopeya” contra “una nueva derecha” que, oculta tras las máscaras mediáticas, avanzaría a paso redoblado. ¿Y qué habría que hacer ante lo que Página/12 llamó “el peligro amarillo”? Luego de criticar por “cobarde” la campaña de su candidato en Capital (que, en realidad, compartió con el PRO la agenda de seguridad y calificó a Garré de “valiente” por militarizar el sur de la ciudad); en el balotaje porteño han tomado la firme decisión de “combatir a la derecha” oponiendo a los globos de felicidad macrista, los temibles corazoncitos rojos que prometen ‘Buenos Aires para Todos’ con Filmus. Con matices, adoptaron la teoría de Durán Barba de campañas electorales despojadas de ideología y de programa, “sin confrontación”, acordes a los ‘tiempos de paz’, ya que en las crisis, como la del Parque Indoamericano cuando enviaron la represión conjunta de la Metropolitana y la Federal, todos dicen y, sobre todo, hacen lo que piensan. El “bienvenidos” que aparece ahora como lema en la propaganda del PRO, fue entonces una brutal campaña xenófoba contra los trabajadores inmigrantes sin techo. “La distribución del ingreso” que es el sonsonete que repite el oficialismo, fue la creación de un Ministerio de Seguridad en lugar de uno de vivienda. Si Borges, en su gorilismo cerril de los años ‘50, escribió despectivamente que las escenificaciones del peronismo eran una “ilusión cómica” que generaba “mitos populares”, se podría aplicar la definición tanto a la derecha macrista como al pretendido “proyecto de transformación” del kirchnerismo. Es tan cierto que detrás de la mascarada de “la nueva política” del Midachi está el aparato territorial del Momo Venegas, Barrionuevo y Duhalde que le hicieron la campaña santafesina, como también que la reelección de Cristina trae consigo al Boudou engendrado por la UCD de los ‘90, al derechista Scioli que Menem catapultó del deporte a la política, a gobernadores como el sojero Insfrán, y al aparato de punteros del conurbano.
Después de las elecciones de Capital y Santa Fe, en la oposición se discute el error de cálculo y la poca audacia de Macri al no animarse a las presidenciales, dejando huérfana de liderazgo la conformación de una derecha nacional. Ante ello, según varios medios, Macri tendría un plan: “La ausencia de Eduardo Duhalde el domingo en el búnker PRO de Santa Fe fue el primer paso del acuerdo. Mauricio Macri se comprometió a manifestarse a favor del candidato presidencial de Unión Popular antes de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias del 14 de agosto, pero pidió no mezclar las campañas santafesina y porteña con la nacional” (Ámbito Financiero, 27/07). Del Sel ya adelantó la misma intención, pero la contradicción es evidente. Por un lado, Duhalde está en las antípodas del perfil de “nueva política” como para canalizar automáticamente las elecciones de Capital y Santa Fe y, por el otro, no puede establecerse una oposición de derecha viable con alcance nacional si no es con el concurso, como demostró Santa Fe, de un sector del peronismo y su aparato. En la antinomia también ha quedado atrapada la UCR que tiene aparato territorial propio pero armó la alianza de ‘suma cero’ entre De Narváez y Alfonsín.
A pesar de la apuesta de Duhalde (y de Clarín) de usar el trampolín de las “internas” del 14 de agosto para quedar posicionado como el más votado de la oposición para, luego, polarizar con CFK en las presidenciales, hasta hoy la reelección de Cristina no parece amenazada. La razón por la cual las derechas aparecen enmascaradas y fragmentadas (en todos los bandos) es que tanto gobierno como oposición intentan usufructuar el conformismo social imperante con la actual estabilidad económica. Alrededor de 200 mil votantes de Del Sel, un tercio de su caudal total como candidato a gobernador, lo hicieron a su vez por María Eugenia Bielsa, peronista moderada pero puesta directamente por Cristina Kirchner a la cabeza de la lista de diputados del peronismo santafesino, que ganó en su categoría. Este “voto cruzado” (facilitado por el tipo de boleta única en Santa Fe y alentado por peronistas como Reutemann o Perotti) muestra que no se puede descartar que un sector componente del voto a Del Sel termine votando a CFK en las presidenciales, de la misma manera que lo haría una parte de los votantes del PRO en la Capital. Por eso las felicitaciones de Scioli al Midachi, uno del palo. Es cierto que tanto en Capital como en Santa Fe hay un alto porcentaje de voto anti K que es irreductible, una base social que ya se había expresado en la oposición en 2007 y que se ensanchó luego de la ruptura del gobierno con las patronales agrarias en 2008. Pero Del Sel no sólo ganó en los pueblos del interior sojero de Santa Fe, sino que lo hizo en buena parte del cordón suburbano del Gran Rosario, así como Macri tuvo una alta votación en los sectores del pueblo pobre porteño. También en estos sectores, supuestamente cautivos del peronismo, ganó De Narváez en la provincia de Buenos Aires en las legislativas del 2009. Ni las paritarias restringidas en las que no tienen lugar los sectores bajos de la clase obrera, precarizada o con trabajo no registrado, ni la Asignación por Hijo, ni los 8 años de crecimiento ‘a tasas chinas’ solucionaron el núcleo duro de pobreza estructural donde hace pie la demagogia de los proyectos de derecha, con sus cómicos y empresarios faranduleros de mascarones de proa.
En perspectiva, lo decisivo -en medio de la histórica crisis capitalista internacional con la amenaza del impensado default de la deuda de los propios EE.UU.-, es que mientras grandes masas votan conservadoramente, para mantener su situación o mejorarla en el marco del actual crecimiento económico, todos los partidos del régimen depositarios de esos votos miden con atraso los acontecimientos que ocurren en el mundo y afectarán a la Argentina. La gran campaña contra la proscripción al Frente de Izquierda que estamos llevando adelante y nos abre el diálogo en cientos de fábricas, empresas y la juventud por una agenda de lucha de la clase trabajadora y el pueblo pobre, tiene el objetivo de sentar las bases para el surgimiento de una poderosa fuerza política militante anticapitalista capaz de enfrentar la crisis, los verdaderos ataques que vendrán y esté preparada para vencer.
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